Marion Cotillard, una francesa que había caracterizado papeles menores en películas como El gran pez de Tim Burton y Un buen año junto con Russel Crowe, es ahora la actriz francesa más solicitada y famosa de París. Su poderosa actuación, y su prodigiosa caracterización de la cantante Edith Piaf le han merecido todos los premios internacionales del año por la desgarradora interpretación del gorrión parisino – incluido el Óscar a mejor actriz.
En Francia, tras el estreno de la película, 5 millones de franceses abarrotaron los cines durante las 2 semanas de estreno y los más importantes medios de comunicación - escritos y audiovisuales – le han otorgado portadas y segmentos completos a una película que habla sobre su más grande orgullo, la estrella más grande de la canción: Edit Piaf.
Es importante comenzar con esto debido a que el film que firma Olivier Dahan –recordado por dirigir Los ríos de color púrpura 2 – no es un biopic agradable, como tampoco lo fue la vida de Edith, apodada el gorrión, que desde sus primeros años tuvo que sobrevivir al abandono de sus padres a los 2 años de edad, convivir entre prostitutas y repartir amor para sobrevivir en los suburbios pobres del París de los años 30.
Dahan, nos presenta el film – de dos horas y media de duración – en una ambivalencia que gira alrededor de la cantante con sus momentos duros y frágiles de su vida intercalados por las grandes fiestas en burdeles y bares de bajo calibre y por su decadente estado de salud; romántica en sus relaciones con el amor de su vida – el boxeador Marcel Cerdan que muere en un accidente aéreo a los 33 años - pero perversa con todos los que lo rodeaban y velaban por su salud, cuestionaban su estilo de vida y organizaban sus presentaciones en América y en Europa.
Sin duda lo más interesante del film es la representación de la cantante, difícil de conseguir – y tal vez lo mejor de la película - pero que Cotillard, logra con un realismo brillante que sin duda tiene sus mejores logros en las secuencias de interpretación ante el público. Es en estos momentos donde el director hace las pausas necesarias para ensalzar la grandeza de la voz de Piaf en el escenario y la fascinación que ejercía, a pesar de no ser una mujer bella – en personajes como Orson Welles, Charles Chaplin o Marlene Dietrich.
Así como ellos, 45 años después, La Môme – como la llamaban en Francia – goza aún de toda una fila de seguidores interesados en su voz y en su vida. Un biopic que no sólo ha llenado las salas de cine en Europa y América, sino que deja una cuestión flotante que han vivido muchos: por qué la genialidad profesional viene siempre acompañada de la desventura personal.
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