lunes, mayo 07, 2007

El Fauno y el laberinto

Dir. Guillermo del Toro | 112 min. | México – España – EE.UU.

Intérpretes: Ariadna Gil (Carmen Vidal), Ivana Baquero (Ofelia), Sergi López (Capitán Vidal), Maribel Verdú (Mercedes), Doug Jones, Manolo, Solo, César Vea, Roger Casamajor, Iván Massagué, Gonzalo Uriarte, Eusebio Lázaro, Francisco Vidal, Lina Mira.

Estreno en Perú: 8 de febrero de 2007

El laberinto, ese juego de niños donde entramos confiados en que el camino a recorrer será sencillo, nos oculta pasajes misteriosos, difíciles, oscuros que requieren una rápida toma de decisiones antes que se cierre el puente, antes que anochezca. Nos invita a una realidad paralela encerrada entre paredes para olvidar el mundo en que vivimos, para demostrarnos que la fantasía también nos ayuda a salir de la crisis.

Viendo El laberinto del Fauno, recordé Laberinto (Labyrinth, 1986) de Jim Henson, donde una jovencísima Jennifer Connelly tiene que internarse en el laberinto del Rey de los Gnomos – interpretado por David Bowie – para rescatar a su hermano recién nacido, un cuento de hadas donde Connelly aprenderá a madurar.

Al igual que en Laberinto donde los personajes de fantasía ingresan a la realidad a tomar algo para llevarlo en signo de sacrificio al mundo fantástico que necesita la sangre de un inocente para seguir existiendo; en la película del director mexicano – y nominada al Oscar a mejor film extranjero – somos testigos de la misma historia, pero enriquecida con personajes mucho más oscuros y en un contexto bastante doloroso y poco memorable de la historia de la madre patria.

Y es que la película de Guillermo del Toro es un cuento de fantasía, donde una de las historias está protagonizada por la pequeña niña. Un cuento para recordar los años posteriores a la guerra civil, esa etapa tan dura de España, que Guillermo del Toro recrea de manera eficaz y que Sergi López, en el papel del capitán, termina de hacérnosla creer y temer.

Un capitán que vive su propio cuento, luchando contra los rebeldes para hacerse del poder de la nación. Un personaje maquiavélico, duro y de extremos recursos para imponer su ley, un dictador con características bastantes marcadas pero con un pasado trágico que lo sigue persiguiendo y espantando oculto en el tic tac del reloj familiar que guarda y arregla obsesionado.

Del Toro marca desde el inicio del film el desarrollo paralelo de los cuentos, que sólo se enlazarán, magistralmente, a través de detalles como una tiza, un susurro a la barriga de la madre o un libro que ve el futuro. Detalles que desvían la historia trágica que vive el país europeo de la historia personal de superación, de aprendizaje y de falsa realidad que vive Ofelia. Este tratamiento me parece de lo mejor en la película, así como las escenas de violencia recreadas con solvencia y que pintan de cuerpo entero al capitán Vidal.

La guerra es el contexto que utiliza el director mexicano para una vez más inducirnos a entrar en su mundo de personajes fantásticos, mitológicos, de héroes con poderes sobrenaturales. Contexto para presentarnos al fauno, ambivalencia del bien y del mal, que el director no nos aclara hasta el final de la película, y que va a ser el personaje gestor de las situaciones que llevarán a Ofelia a enfrentarse a sus miedos, temores y al Capitán Vidal para rescatar a su hermano y hacerlo príncipe y compartir con él su mundo, la nueva vida que iniciarán lejos de la tutela del padrastro. Salvando a la nueva generación del los horrores de la guerra y del destino autoritario y violento que el capitán anhela para su hijo.

Maribel Verdú merece una mención especial. No recuerdo haberla visto en otro film donde tenga un personaje con tanto peso y de tanta fuerza como este. Logra encerrar dentro de ella a la mujer que reemplazará a la madre débil, moribunda por otra llena de valor, nada sumisa, valiente y con coraje; gestora y colaboradora de los revolucionarios y matriarca de la nueva generación.

La película del director mexicano cumple con todos los aspectos para enmarcarse entre las mejores películas del año - la iluminación, la música, los personajes y sus actuaciones – pero sobretodo con la historia que nos cuenta, donde Del Toro logra involucramos a nosotros; nos hace querer ser Ofelia y llegar a formar parte de nuestro propio cuento de hadas y olvidarnos de la realidad, al menos por un momento.

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